Un tipo de cambio real apreciado encarece a la Argentina en dólares y quita competitividad a exportadores y a quienes compiten con importaciones.
- Con exportaciones débiles y importaciones baratas, la balanza de pagos se vuelve crónicamente deficitaria y faltan dólares.
- Sin dólares no hay insumos importados, ni crédito externo, ni inversión sostenida: la actividad se frena y el empleo cae.
- El “ancla” de dólar bajo no baja la inflación de manera sostenible: se acumula atraso y, cuando se corrige, la inflación se acelera.
- La salida requiere tipo de cambio real competitivo y estable, más productividad, diversificación exportadora y disciplina fiscal-monetaria para eliminar la lógica de “stop & go”.
1) La mecánica básica: precios relativos y competitividad
La economía funciona por precios relativos. Si el dólar se mantiene bajo en términos reales (atraso cambiario), los bienes y servicios argentinos —medidos en dólares— pasan a ser caros frente a los del resto del mundo. Resultado directo:
- Exportar deja de ser negocio: caen volúmenes o márgenes.
- Importar se vuelve atractivo: compiten productos extranjeros a precios que la industria local no puede igualar.
Este cambio de precios relativos desplaza la producción desde tradables (bienes transables internacionalmente) hacia no tradables (servicios locales). El país queda más concentrado en actividades con baja capacidad de generar divisas, justo lo que necesita para sostener importaciones y deuda.
2) Identidad macro que no perdona: cuentas externas = reservas
La identidad de la balanza de pagos es simple:
Cuenta corriente (exportaciones − importaciones − intereses − utilidades) + Cuenta financiera = Variación de reservas.
Con dólar bajo:
- La cuenta corriente suele ser negativa (menos exportaciones, más importaciones).
- La cuenta financiera puede cerrar por un tiempo si hay financiamiento externo; cuando se corta, las reservas caen.
Sin reservas suficientes, el país se queda sin “combustible”: no se pueden pagar importaciones esenciales, ni atender deuda, ni estabilizar expectativas. Esto seca la economía.
3) “Multiplicador importado”: por qué el consumo sin dólares se agota
Un esquema que empuja el consumo con dólar bajo y crédito barato genera un efecto de corto plazo. Pero la propensión marginal a importar en Argentina es alta: autos, electrónica, insumos químicos, partes y piezas. El multiplicador del gasto se fuga al exterior:
- A más consumo, más importaciones.
- Si las exportaciones no acompañan, faltan dólares antes de que la economía consolide empleo e inversión.
- Aparecen cepos, cupos y licencias para administrar escasez; eso encarece costos, rompe cadenas de suministro y frena la producción local.
4) Microeconomía real: márgenes, cierres y empleo
Para el exportador o el fabricante que compite con importados, el dólar bajo implica:
- Precio de venta en dólares alto → menor demanda externa.
- Costo de insumos importados “barato” por un tiempo, pero con intermitencias cuando faltan dólares.
- Márgenes inestables: vender menos a precios internacionales que no convalidan costos locales.
Las PyMEs —intensivas en empleo— son las primeras en ajustar: reducen turnos, frenan inversiones y posponen contrataciones. Se pierde empleo formal, baja el salario real sostenible y crece la informalidad.
5) Inflación: el ancla cambiaria no es un programa
Bajar la inflación “pisando” el tipo de cambio puede dar alivio transitorio. Pero el atraso cambiario acumula tensiones:
- Expectativas: los agentes descuentan que el dólar atrasado no es sostenible.
- Correcciones bruscas (“saltos”): cuando ocurren, la inflación se acelera vía pass-through (traslado a precios).
- Indexación: salarios y contratos se recalibran hacia arriba, neutralizando el efecto inicial.
Sin un ancla fiscal y monetaria creíble, el atraso cambiario no baja la inflación de forma duradera; solo la patea hacia adelante, a costa de competitividad.
6) La trampa del “stop & go”: crecer a tirones
La historia argentina repite un patrón:
- Go: dólar bajo, crédito y consumo → crecimiento rápido pero frágil.
- Stop: faltan dólares, sube el riesgo, se corta el crédito → ajuste, recesión o devaluación.
Cada ciclo erosiona la confianza, la inversión y la productividad. La economía se estanca por debajo de su potencial.
7) Señales de precio que espantan inversión exportadora
La inversión de largo plazo en sectores transables (agroindustria, energía, minería, economía del conocimiento, manufacturas) exige tres señales:
- Tipo de cambio real competitivo y previsible.
- Reglas estables para importar insumos y exportar sin trabas.
- Impuestos, logística y costos energéticos que no destruyan la rentabilidad.
Cuando el precio relativo clave (el dólar real) está mal, la inversión en transables no arranca. Se invierte en no transables (comercios, servicios) que no generan divisas.
8) Efecto territorio: economías regionales y ciudades como Magdalena
En ciudades con base productiva agro-industrial, PyME y de servicios a la producción, el atraso cambiario:
- Aplasta márgenes de exportadores o proveedores a cadenas exportadoras.
- Satura de importados los segmentos donde la industria local podría escalar.
- Frena proyectos de valor agregado (frigorífico, conservas, maquinaria, bioproductos) que necesitan previsibilidad cambiaria para competir.
El impacto se ve en empleo local, recaudación municipal y actividad de comercios y servicios que dependen de la economía real.
9) Importaciones “baratas” que no son baratas
El argumento de que el dólar bajo “abarata” insumos y baja costos omite dos hechos:
- Intermitencia: cuando faltan reservas, aparecen restricciones y se cortan insumos críticos. Planificar se vuelve imposible.
- Costo de oportunidad: el dólar barato destruye la base exportadora que, a la larga, financia esos insumos. Sin exportaciones, lo “barato” dura poco.
10) Deuda y financiamiento: la cuerda que se corta
Un déficit externo crónico con dólar bajo puede financiarse con deuda… hasta que no. Cuando el mercado percibe que las exportaciones no crecerán, sube el riesgo, aumentan tasas y el financiamiento se cierra. Sin deuda ni dólares comerciales, el ajuste es más abrupto.
11) Productividad y costos sistémicos: no es solo el dólar
Un tipo de cambio competitivo no alcanza si la productividad cae. Hay que atacar cuellos de botella:
- Logística: rutas, puertos, ferrocarril de cargas.
- Energía: disponibilidad y precios previsibles.
- Tributación: simplificar y aliviar distorsiones que castigan exportar (cascadas, reintegros, derechos).
- Capital humano y tecnología: crédito de largo plazo, I+D, extensión tecnológica.
Pero sin precios relativos correctos, estas inversiones no aparecen.
12) ¿Por qué “no puede funcionar nunca”?
Porque viola una restricción dura: la restricción externa. Un país que no emite la moneda con la que comercia (dólares) necesita generarlos vía exportaciones, inversión extranjera genuina o superávit de servicios. Si se diseña un esquema que desincentiva exportar y abarata importar, la escasez de dólares es estructural. Tarde o temprano, el modelo se ahoga en su propia falta de divisas.
13) Qué sí puede funcionar (hoja de ruta concreta)
- Tipo de cambio real competitivo y estable
- No se trata de “dólar alto” sino de paridad que refleje productividad y términos de intercambio.
- Regla explícita: metas de reservas y bandas cambiarias con intervención acotada.
- Disciplina fiscal y monetaria
- Menos dominancia fiscal del Banco Central; financiamiento ordenado.
- Ancla nominal creíble (metas de inflación realistas, consistentes con el tipo de cambio).
- Eliminar impuestos anti-exportación y simplificar régimen
- Reducción y cronograma de derechos de exportación donde apliquen.
- Reintegros automáticos de impuestos internos y aceleración de drawbacks.
- Apertura inteligente de insumos y bienes de capital
- Facilitar importación que aumente productividad, no la que desplaza producción local sin ganancias de eficiencia.
- Agenda PyME exportadora
- Crédito de largo plazo en pesos (con cobertura de inflación) para inversión en transables.
- Consorcios de exportación, certificaciones, asistencia técnica y costos logísticos compartidos.
- Clusters y encadenamientos
- Agroindustria, energía, minería sustentable, software/servicios basados en conocimiento, manufacturas con diseño.
- Focalizar en 10–15 complejos con metas medibles de volumen y valor agregado.
- Estabilidad regulatoria
- Reglas previsibles para importar insumos, liquidar divisas, repatriar utilidades y registrar contratos.
- Mercado cambiario con menor segmentación y cronograma claro de normalización.
14) Qué esperar en la transición
- Sinceramiento del tipo de cambio real con esquema de bandas.
- Coordinación salarios-precios con cláusulas de revisión para evitar espirales.
- Programas focalizados para amortiguar el impacto en sectores sensibles mientras crecen exportaciones.
- Señal fiscal creíble que reduzca riesgo país y habilite crédito de inversión.
Conclusión (directo y al punto)
Un dólar artificialmente bajo desalienta exportar, abarata importar y seca la economía al vaciarla de dólares. Es un camino de corto plazo que termina en cepos, devaluaciones y recesión. La única forma de sostener crecimiento y empleo de calidad es alinear precios relativos (tipo de cambio real competitivo), ordenar la macroeconomía y apostar a la productividad con una estrategia exportadora clara. Sin eso, el modelo no funciona y no va a funcionar.












